lunes, 13 de junio de 2016

La casa 301

Aqui os traigo en primicia lo nuevo que ha salido de mi mente. Espero que os guste.


El día se antojaba triste y oscuro, el prado estaba mojado y de un color verde exuberante como si se tratase de un típico paisaje escocés. Las nubes pintaban colores grises en todas sus variantes y unos tímidos rayos de sol asomaban de vez en cuando para recordarnos que, aunque no lo parezca, ya llegó la primavera.
Me encaminaba a recoger el periódico de cada mañana con la mirada aun dormida. Saludé a mi nuevo vecino, el señor Martínez, mientras salía camino al trabajo. La calle estaba tranquila y se respiraba la humedad de la lluvia que estaba por caer y el olor a tierra mojada me inundó hasta el más profundo rincón de mis pulmones.
Qué bien sentaba el aire fresco.
Me encantaba mi nueva casa. Me había mudado hace aproximadamente un mes. El trabajo de periodista de sucesos es así, unos meses en esta ciudad y cuando ya te acostumbras al sitio, vuelta a cambiar. Mi profesión me apasiona, me da a conocer lugares que de otra manera no visitaría y las historias de misterio de cada sitio, pero tanto trajín de maletas y de mudanzas me acaba por estresar.
Pero este nuevo destino me permitiría asentarme por un tiempo más prolongado a este lugar. Estaba entusiasmada por el nuevo trabajo que me había encomendado, llevar yo misma una redacción del periódico para el que trabajaba, con gente a mi cargo, una gran responsabilidad.
Mi primer día de trabajo en la redacción empezaba el lunes de la semana próxima, así que aun tendría tiempo para conocer el pueblo, las calles y a sus habitantes. Ese día decidí que iría a hacer la compra, terminar de desempaquetar las cosas para adecentar la casa y limpiar. Limpiar mucho, ya que, aunque la casa estaba en perfecto estado y muy bien amueblada, la limpieza brillaba por su ausencia.
Reconozco que en eso soy como mi madre, no puedo ver ni una mota de polvo en casa, sino, monto un zafarrancho de limpieza que dura un fin de semana entero.
Llegué de la compra exhausta, había comprado medio suministro para un año del pueblo. Incluso el amable vendedor se había ofrecido a llevarme la compra a casa, aunque ahora que lo pienso entiendo su amabilidad, acababa de hacer su agosto conmigo.
 Ese día decidí irme temprano a dormir para así aprovechar el ultimo día antes de empezar el ajetreo del trabajo.
Me desperté el lunes temprano y decidí llevar unas magdalenas recién hechas para empezar bien con los compañeros. El día se despertó de un gris plomizo, aunque no amenazaba lluvia. Ya lo sabía cuando me mudé aquí, el tiempo siempre sería así. Muy diferente al de mi ciudad natal, donde raro era el día en el que el sol no brillase en todo su esplendor.
Cuando llegué a la oficina me encontré con María, una chica que trabajaba en la redacción de Madrid donde estuve seis meses trabajando. Me gustó encontrar una cara conocida nada más llegar. Me contó un poco como iba aquello, me presentó a algunos compañeros y me acompañó a mi despacho.
Mi despacho era el doble de grande que todos los que había tenido a lo largo de mi carrera, pero tenía un aspecto frio y vacío. Tenía que darle mi toque personal, que reflejase mi personalidad abierta y cálida, ya que iba a permanecer allí un tiempo indefinido, así que compré unos cuadros, unas cortinas, unas flores y un sofá con unos cojines de colores. Ahora sí tenía el aspecto que deseaba.

Todos los habitantes del pueblo se mostraban tremendamente amables cada vez que me encontraba con alguno, me preguntaban cosas sobre mi vida y se ofrecían a ayudarme en lo que necesitase.
Fui a la biblioteca en busca de historias sobre el pueblo.
Me encontré con la bibliotecaria y decidí preguntarle:
Buenos días, me llamo Rosa y soy la nueva jefa del departamento de sucesos del periódico local. Me gustaría saber si hay alguna historia de misterio en el pueblo.
Hola Rosa, mi nombre es Beatriz. Debo decirte que a lo largo de la historia del pueblo ha habido muchas historias, unas trágicas, otras misteriosas y otras simplemente historias. Pero si te interesan las de misterio hay una que te podría interesar. Tiene un poco de todo. Se trata de la trágica historia de la familia Roster. Era una familia británica que tuvieron que venir al pueblo ya que destinaron al padre aquí durante la guerra. El padre, Rodolfo, era teniente del ejército británico y vino para ayudarnos. Vino con su mujer, Sophie, y sus tres hijos: Matthew, Sandra y Peter. Eran una familia normal. Se mudaron a la casa número 301 de la calle Mayor. Una casa de aspecto señorial de dos plantas con ventanales grandes y una preciosa buhardilla utilizada como biblioteca.
Hasta ahí todo normal. Ahora empieza la parte buena de la historia.
Una noche se escuchó un ensordecedor grito proveniente de la casa. Era Sophie. Cuando la policía llegó a la casa se encontró una imagen difícil de olvidar: el pequeño de los tres hijos, Peter, se hallaba colgando del cuello en la barandilla de la escalera, muerto.
La madre lloraba desconsolada en el suelo y los otros dos hijos a su lado tenían una expresión de terror en el rostro.
La policía apuntó que todo había sido un terrible accidente. Pero en todo el pueblo se rumoreaba que la familia escondía un oscuro secreto, que no había sido un accidente como la policía había concluido, sino que se trataba de un asesinato.
Nunca se supo que ocurrió.
Al cabo de unos meses la familia volvió a su ciudad de origen y nada más se supo de ellos. La casa sigue en pie, aunque nadie se atrevió nunca a entrar puesto que decían que el espíritu de Peter seguía allí, solo y atormentado.
Es un tema tabú aquí, así que te aconsejo que no preguntes mucho por ahí, no creo que consigas respuesta.
Espero que tu estancia aquí sea agradable y ya sabes, si necesitas algo, yo siempre ando por aquí.
Muchas gracias por todo Beatriz. Espero que nos veamos pronto.

Salí de la biblioteca con un sabor amargo en la boca. Aquella historia me había removido y sentía mucha más curiosidad por saber qué fue lo que ocurrió en realidad esa noche en aquella misteriosa casa.
Ya que, según Beatriz, no iba a conseguir respuestas por parte de nadie del pueblo, decidí que debía averiguarlo por mi cuenta.
Lo primero que hice fue ir al cementerio, allí se hallaba la tumba del pequeño Peter. Se encontraba muy alejada del resto de nichos y estaba en muy mal estado. Deteriorada por el tiempo, estaba cubierta con verdina y costaba trabajo ver lo que ponía en ella: “Aquí yace Peter Roster, nacido el 25 de enero del año 1946 y fallecido el 12 de diciembre del año 1950. Risueño, vivaz y amado hijo y hermano.”
Era muy pequeño cuando murió. Pensé.
No encontré nada que no imaginase allí. Así que, mi siguiente movimiento fue intentar entrar en aquella casa e investigar un poco por allí esperando que no tuviese ningún problema con la policía del pueblo. Intentaría ser muy sigilosa.
La casa era fácilmente distinguible. No había casas alrededor, es como si todos hubiesen evitado construir cerca debido a la superstición. Era una pena, la casa estaba muy deteriorada, se notaba el paso de los años y la inhabitabilidad.
Conseguí entrar rápidamente. Tenía un poco de miedo de que la casa se viniese abajo solo con pisar, así que intenté ser rápida en mi búsqueda.
Al ver la imponente escalera no pude evitar la imagen que creó mi mente del pobre niño colgado. Aquella imagen me estremeció. Subí a la buhardilla con la intuición de que allí entre tanto libro encontrase alguna pista de lo que pudo suceder allí. La biblioteca seguía en muy buen estado pese a los años que habían pasado. Había libros de todo tipo e incluso primeras ediciones de muchos títulos importantes. ¡Allí había una fortuna!
Me dirigía a la habitación de Sandra cuando escuché un lamento, un llanto proveniente de la habitación de Peter que sacudió mi alma y me hizo temblar. Me acerqué al sonido y entonces lo vi: Vi a Peter con mis propios ojos. Se encontraba delante de mí llorando y mirándome a los ojos. Susurró unas palabras: “Fue él, fue él” y desapareció.
Me quedé congelada durante unos minutos intentando procesar lo que había vivido. Cuando reaccioné, fui al cuarto de Matthew y buscando entre las estanterías y las camas lo encontré. El diario de Matthew en el que se podía leer el inmenso odio que sentía por Peter, las voces que escuchaba en su cabeza y que le decían que el pequeño quería robarle a su familia y abandonarle y que lo llevó a empujar a su hermano por la barandilla y quedar colgando hasta morir.

Sin pensarlo dos veces llevé el diario a la policía para que cerrasen así el gran misterio de los Roster y dejar al pequeño Peter descansar en paz.

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