[...] abstraerse, recogerse, sin que nada le turbara. Una gran soledad llenaba su corazón, pero esa soledad era necesaria.
Te hace pensar, meditar en todo lo que te corroe por dentro.
[...] Cerraba los ojos y procuraba aislar su corazón, encerrarlo en una zona oscura, gris y helada, alejarlo de todo.
En sus labios cerrados había también un grito preso, un largo gemido vencido.
[...] Solitario y pensativo, algún atardecer, cuando aún había una dorada luz en la lejanía, bordeando el puerto, en la arena de la playa contemplaba como el mar se iba enrojeciendo por momentos a lo largo de la bahia...
estos son fragmentos del libro "el tiempo" de Ana Mº Matute.